martes, 30 de agosto de 2016

LINDES




Un madrigal revolea en los oídos
y se recrea usurpando narices
entre ojos prestos para lo superfluo
de la sensiblería y el llanto fácil,
que fingen las muñecas de oropel.

Una fortaleza mítica
se recrea sobre las ancas negras
de la obrera que regresa a casa,
sin tiempo para ver
las estrellas y sus tentaciones.

La poesía que no funda
o contradice y provoca, adormece
entre tazas de bellezas,
mientras una discrepancia
explosiona en cada verso para el bien.

En la pretensión de exaltar
la sensualidad humana,
repetimos tropos edulcorados
diluidos con los salobres versos,
para esculpir los elefantes azules
y someternos a los cánones
eludiendo las palabras duras
que comprometen la existencia.

Pichy

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