Enfrente
está el puerto con sus barcos
—escasos
hasta la dolencia—.
Los
observo a través de los fríos cristales
como
si fuese un turista más
refugiándose
del sol
en
esta lujosa barra
—que
imita otros tiempos—.
Ante
tanto asfalto
siempre
hace falta un poco de mar
para
que recalen los recuerdos
que
nos fijan a la tierra
y
zarpen en las madrugadas
los
deseos insurgentes.
¡Qué
bien la Isla, qué bien se ve la bahía
desde
este presuntuoso bar!
Pichy
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Le agradezco la amabilidad de leerme y la gentileza de comentarme.. Saludos