Las emanaciones, las entregas,
el abolengo que asumen las imágenes
dentro de estos versos rabiados,
lo clandestino de las madrugadas
en que los escribo,
bajo el impulso de las cenizas
que soplan ingratos jaguares
—avergonzados por la cobardía de habitarme—:
hacen las partituras de las sangradas letras
donde me salvo herido de deudas.
Rujo fragmentadas jergas de marasmos indecibles
crujiéndome los ojos en los espejos
que reflejan las almas de los mendigos sin rostros
con la roña que me desdice cada noche
cuando me destrozo contra los dioses del silencio.
Pichy
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