viernes, 3 de octubre de 2014

URGEN LOS GRANDES POETAS MUERTOS




 A partir de la clausura y la insolencia

fraguan sus crónicas de ambiguo lenguaje,


exhiben lauros de exangües victorias 


sobre la insignificancia de sus doctrinas,

discursan afectadamente las mentiras precisas 


que embelesan a los desposeídos


asombrados de la pulcritud de sus tribunas


y la musicalidad de las palabras.




Urge revivir los grandes poetas muertos


que hicieron de sus versos banderas,


aquellos ilustres esclarecedores


que despertaron pueblos o glosaron


sus dolencias en poemas combatientes.


Hay que emular a Vallejo y Benedetti


para que los parias respiren algo más


que azufre y viejas carencias.



Se necesitan nuevos poetas


enardecidos en revivir la gloria 


de los indispensables difuntos poetas 


del hambre y la intemperie,


para que ocluyan las débiles voces 


de los amanerados pitucos de la concordia


que siguen zurciendo los poemas del alma,


sacrificando al cisne de Darío


junto a las azules pupilas de Bécquer.

Pichy

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