Cuando la inteligencia se atesta de animales,
sombríos hasta lo arqueológico,
se apocan los pensamientos lúcidos
Entonces gusto de la intemperie
en las playas desiertas
y liberar la mente tras los barcos
que zarpan
hacia los más insólitos destinos
—a quien requiere singladuras
poco importan
las derivas y los rumbos—.
La ansiedad reclama agua y distancia
hasta coincidir el horizonte con el cielo.
El gris de la ciudad me desespera
en la monotonía que asfixia;
por eso sentado sobre el muro
le doy la espalda, frente al mar que me salva,
y me decido
por la resistencia emancipadora.
Rehaciéndome
más allá de la idiotez, que se premia.
Pichy
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