Cuando
abrí los ojos ya existían los abismos
y
las danzas demudaban el ritmo ancestral,
convulsas
por la maravilla azul
de
tanta luz renaciendo a la Isla.
Refractarios,
en nuestra insularidad,
subsistíamos
contra la alcurnia
Los
argumentos que atesoré
—en
las calles de la infancia—
se
tornan mortíferos dardos
que
disocian las posibles reconciliaciones
con
este presente
de
escepticismos vernáculos
y
convites foráneos
que
enrumban hacia lo incognoscible.
El
hambre de ser renueva los sueños
hasta
lo inaudito de las elípticas sociales
que
urden los aterramientos de la vivencia
para
cercarnos con las hostiles miserias,
de
la objetividad y sus púas,
los
resquicios de la memoria.
El
asedio crea sus astillas en cada rozadura
contra
las razones intelectivas del bien
y
siento que camino sobre cristales
hacia
espurios esplendores
de
un futuro cabalístico.
La
avidez por desentrañarme
constriñe
esta asfixia entre residuos
de
las palabras que muerdo.
Pichy
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Le agradezco la amabilidad de leerme y la gentileza de comentarme.. Saludos