Qué la luz
no me ciegue,
que la sombra no me tenga como su única posibilidad,
que no digan
que se hizo justicia.
Qué coexistiendo con las horas más delgadas
no me exijan
la intrepidez del más alto vuelo,
cuando no
guardo ni un pañuelo de la belleza;
porque me
obligaron a otros usos
y no alcanzó
la tela para achicarme
las aguas de
tantos reveses.
Cómo cantar la hermosura que me negaron,
atribulado
por los dogmas filosofales
de una rala
fealdad, donde lo bello olía a burgués.
Renacer a la poética como la voz del buen gusto
luego de
tanto realismo panfletario
conlleva su
tiempo y liberaciones.
Quienes
juzguen estos versos no me conocerán
ni se harán
cargo de la época:
digo, porque
lo más seguro es que nadie los lea.
Aunque, al
final, poco ha de importarme
si alguien
los lee o mis hijas los echan al cesto.
Sentí la
imperiosa necesidad de escribirlos
y el
desahogo me alivió la boca.
Feliz del
desembarazo me regalo el gozo
que sin tributación
alguna,
por mis
reales asumo.
Pichy
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Le agradezco la amabilidad de leerme y la gentileza de comentarme.. Saludos